VIDA CRISTIANA: FE Y MORAL
Una amiga en el camino de mi vida me pide que la describa la relación entre fe y moral en la fe cristiana. Intento responder en esta columna.
Teología es hablar de Dios, conocimiento de Dios, la ciencia sobre Dios. Es la ciencia de la revelación cristiana, o sea, “la ciencia que busca comprender y rearticular continuamente la Buena Noticia de Dios en Jesucristo” (Timothy E. O’Connell). La teología tiene diversas dimensiones: espiritual, pastoral, e incluso “política”, y trata de ser siempre contextualizada, vivida y orante. La teología es ortodoxia y ortopraxis,
La teología es una ciencia: Dios es uno. Trata de todas aquellas cosas que se encuentran dentro del horizonte de Dios: habla de Dios y de las cosas relacionadas con Dios, ya sea como principio o como fin. La teología no tiene partes subjetivas o específicas. Tiene, sin embargo, diferentes partes integrales -tratados diversos-, y su división más importante es la división en teología dogmática y teología moral, ambas partes de una sola teología: la teología dogmática tiene consecuencias morales, y la teología moral, premisas dogmáticas. La teología dogmática lleva a la contemplación de la verdad acerca de Dios Uno y Trino y de la creación: es ortodoxia. La teología moral (que tradicionalmente incluye la espiritual), nos enseña a practicar la verdad en el amor: es ortopraxis.
La fe cristiana es fe y moral. Ciertamente, la fe no es una moralidad, sino, y radicalmente, una experiencia del misterio pascual, un encuentro personal con Jesús crucificado y resucitado en la comunidad creyente. Sin embargo, la fe implica necesariamente una moralidad, una manera singular de ser y actuar. Las personas que cree en Cristo se enfrentan inevitablemente a esta cuestión: “Qué debemos hacer?” (Hechos, 2, 37), o “Qué debemos ser y como llegar a ser más?
La persona humana es básicamente un ser moral o ético, esto es, él y ella son radicalmente libres y responsables. La gente habla de personas morales, inmorales y amorales. Una persona es moral o ética cuando sabiendo lo que es bueno generalmente lo hace, y lo que está mal y usualmente no lo hace. Una persona es inmoral cuando sabiendo lo que tiene que hacer no lo hace, o hace lo contrario. Por último, una persona es amoral cuando no tiene sentido moral, esto es, es ciega a algunos valores y principios morales. Pascal define la moral o la ética como el arte de vivir bien como personas humanas.
Un ser humano, un cristiano es ético o moral si es bueno y realiza obras buenas. Una persona moralmente buena tiene opciones, actitudes y acciones buenas, buenos pensamientos, palabras y obras (cf. Veritatis Splendor, 110). De aquí se colige que una buena vida moral no tiene nada que ver con el llamado “moralismo”, objetivo crítico favorito de algunos carismáticos y otros “espiritualistas”, que quieren hablar solo de gratuidad, gracia: la teología moral tradicional es teología moral y espiritual. Ciertamente, sin la gracia de Dios no podemos hacer nada. Los humanos, sin embargo, tenemos libertad y podemos decir “sí” o no” al buen Dios. Dios nos invita a cooperar (siempre con la gracia y el amor divino, obviamente), y nos dice repetidamente que participemos en nuestra salvación y en la salvación de todos los demás, nuestros hermanos y hermanas. Bonhoeffer habla de “gracia barata” (Dios lo hace todo) y de “gracia costosa” ((Dios también lo hace todo, pero con la cooperación humana). San Agustín lo expresó muy bien: “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Como le dice Jesús al joven rico -que deseaba obtener su salvación y le preguntaba qué debía hacer para conseguirla-, “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mt 19, 17). En otra ocasión dijo: “Así pues, quien escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente que construyó su casa sobre roca” (Mt 7, 24). Nos habla San Juan: “Quien dice que lo conoce y no cumple sus mandamientos miente y no es sincero” (1 Jn 2, 4).
Según Santo Tomas de Aquino, la teología moral estudia la persona humana como imagen de Dios. El ser humano es la imagen de Dios, y la teología moral le indica el camino para ser una buena imagen de Dios, esto es, una buena criatura, un buen hijo o hija de Dios, y una hermana o hermano de todas las otras personas humanas, y una criatura en el universo, la casa común. La teología moral señala para todas las personas el camino para seguir a Cristo, y en particular a sus discípulos, que reconocen la dignidad humana -igual en todos los seres humanos- y similarmente los inalienables derechos humanos. El Catecismo de la Iglesia Católica comienza su tratado sobre la ética cristiana, titulado La vida en Cristo, con estas palabras maravillosas de San León Magno: “Cristiano, reconoce tu dignidad” (CCC, III, 1691).
El Doctor Angélico nos ofrece una segunda definición de la teología moral: el movimiento de la criatura racional hacia Dios. Esta segunda definición subraya el siguiente hecho: la vida es un movimiento hacia una realización personal, comunitaria y ecológica. Es llegar a ser más lo que uno es por el camino ascendente que lleva a Dios: por el amor hacia la perfección, la santidad, la felicidad , y hacia la eternidad con Dios.
La ética teológica es la ciencia de la praxis cristiana, “la ciencia de lo que el hombre debe ser por razón de lo que es” (A. Sertillanges). En verdad, la teología moral es una ciencia normativa, la ciencia de lo que la persona humana debe ser (el ser humano como proyecto, como llegar a ser más) por razón de lo que es (criatura e hijo o hija de Dios, hermana o hermano de todos los seres humanos y parte del universo). Como se suele decir, la persona humana es realidad (lo que él o ella es) y posibilidad (lo que él o ella puede llegar a ser). La tarea de la teología moral, una ciencia práctica, es guiar a tantas personas de buena voluntad y especialmente a los cristianos -empezando por quienes la enseñan- a llegar a ser personas auténticas, es decir, libres y responsables, y buenos cristianos, esto es, verdaderos seguidores de Cristo Jesús.
Cuando teólogos clásicos hablan de moralidad en teología moral fundamental, se refieren a una característica esencial del acto humano como bueno o malo. En este caso, moralidad es una cualidad de las acciones humanas en relación con sus normas básicas (Dios, la razón recta y la conciencia auténtica). Las acciones humanas son buenas si están en conformidad con esas normas morales básicas, y malas si no están en conformidad con dichas normas: radicalmente, en conformidad o no conformidad con la ley natural, o la ley del ser humano, con la naturaleza humana y con la voluntad de Dios. En perspectiva cristiana, la perspectiva de la fe, ética -ética cristiana- se fundamenta en amar a Dios, que nos amó primero (1 Jn 4, 19), y al prójimo (cf. Mt 22, 37-39). La moralidad cristiana es la moralidad de la imitación y el seguimiento de Cristo, de comunión con él en la vida y el amor, de identificación ascendente con él. La teología moral, la moralidad está enraizada en la espiritualidad, en la gracia y el amor de Dios, y nos guía hacia una experiencia más profunda de la presencia de Dios y hacia una unión de amor -siempre perfectible- con la Santa Trinidad, y finalmente hacia la vida eterna.
La ética teológica va más allá que la ética filosófica: “Lo que la hace religiosa y cristiana es nuestra fe en Dios, revelado en Jesús, como el amor que últimamente anhelamos y al que respondemos a través de todas las relaciones de nuestra vida… En este sentido, la vida moral es como la adoración. Es una respuesta a la experiencia de Dios, y por lo tanto es espiritual en sus raíces” (Richard Gula).
Como a las primeras comunidades cristianas, a los cristianos hoy su fe en Dios nos pide, sobre todo, testimoniar a Cristo en el mundo, ser “levadura” en nuestras sociedades La fe cristiana es teoría y práctica, teología dogmática y moral, vida espiritual y ética, enseñanza y testimonio. Lo más necesario y urgente en la Iglesia hoy no son ni las crecientes discusiones especulativas ni los diálogos hueros ni los enfrentamientos estériles entre conservadores y progresistas, sino autentico testimonio personal y comunitario de Jesús: vivir vidas orantes, responsables, respetuosas y compasivas. “Solo los testigos auténticos pueden hablar con credibilidad la palabra que salva” (Juan Pablo II). (FBG)