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Curia Provincial: Fiesta De Nuestra Señora Del Rosario, Patrona De La Provincia.

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Cada año celebramos con fe, gozo y paz a la mujer más santa que jamás haya visto la luz del mundo, la Madre de Jesús, elegida antes de ser concebida para dar a luz al Hijo de Dios como consta por las profecías de los escritores inspirados  y la Sagrada Escritura desde la historia del pariso terrenal y nuestros primeros padres. Ella es la mujer que ha aplastado la cabeza de la serpiente al dar a luz a la fuente de gracia y del perdón que no es otro que el Mesías y Salvador del mundo.

La celebración de la fiesta de Nuestra Señora del Rosario es una oportunidad más para analizar nuestra vocación y fidelidad a la misión de predicadores a la que hemos sido llamados de una manera muy personal y única. Si bien la vida religiosa no fue instituida por Jesús, sin embargo, fue querida por Él y estamos llamados a abrazar y seguir la clase de vida que Él vivió y a estar dispuestos para ser enviados a predicar en su nombre. Por tanto, es con gran satisfacción que veneramos con fe, alegría y paz la fiesta de la Santísima Madre de Jesús, elegida antes de ser concebida para engendrar y dar a luz a nuestro Salvador y Redentor. Por Él hemos sido elevados a la condición de hijos de Dios y se nos ha concedido la seguridad de la salvación. Además, nos la ha entregado como madre antes de expirar en la cruz. ¿Nos abandonará María alguna vez?

Si bien en nuestra llamada no hemos tenido el privilegio de experimetar la extraordinaria visita de un ángel, no es menos cierto que también hemos sido elegidos por Dios de manera providencial para responder a su llamada. Y como María, también disfrutamos de libertad para aceptar or rechazar su voz. Para ello, la gracia de Dios también nos ha ayudado a dar nuestro sí sin haber conocido ni anticipado los desafíos a los que nos hemos de enfrentar en el transcurso de la historia de la vida. Pero no estamos solos. Habiendo sido llamados por Él, tenemos la certeza de que su gracia nunca nos defraudará, ya que está obligado a derramar sobre nosotros las gracias necesarias para cumplir la misión que nos ha confiado.

Si bien es cierto que no hemos experimentado la espada del dolor que traspasó el corazón de María al pie de la cruz, sin embargo, también hemos enfrentado y continuaremos experimentando algo similar cuando experimentamos limitaciones y contradicciones a nivel personal, comunitario y ministerial. También hay una gran diferencia entre María y nosotros. Ella era llena de gracia mientras nosotros necesitamos descubrir las razones detrás de las dificultades que surgen en nuestro camino e implorar humildemente la luz de lo alto y pedir constantemente una fe más intensa para ver allí dónde la luz humana no puede disipar las incertidumbres en nuestras decisiones.

Pero, ¿qué consuelo humano hubo para María al pie de la cruz de Jesús y al recibir a su Hijo muerto en sus brazos? ¿No se le había dicho que él sería el Salvador de la humanidad? Mientras le llegaban noticias o presenció la detención, la condenación, la flagelación la coronación, en encuentro camino del calvario y su crucificación al madero de la cruz donde expiró con el grito de paz y encomendándose al Padre ¿qué pensamientos no habrán cruzado por su mente, qué amor, qué confianza, qué humildad, qué sentimientos de asombro y resignación inundaban en su mente mientras mantenía su confianza positiva en el plan de Dios. Todo esto lo había aceptado cuando el ángel la saludó con aquellas memorable palabras: “¡Llena de gracia el Señor está contigo y bendito es el fruto de tu vientre!

Nosotros también nos sentimos impotentes ante la presencia del Covid 19. Hemos pedido la misericorda de Dios y continuamos orando que aparte de nosotros este virus y llegue el fin de la pandemia para que la economía, el movimiento y la vida puedan recobrar un cierto grado de normalidad. Pero seguimos sin ver la luz al final del túnel porque no hay seguridad alguna de que termine tan pronto. En el proceso hemos visto a algunos de nuestros hermanos infectados y recuperados, pero, con dolor, constatamos que otros no han podido superar la infección y han pasado a la presencia de Dios. Sin embargo, la peste no ha terminado. En algunos lugares, han logrado controlar la infección, pero en muchos países todavía seguimos observando grandes estragos y alteración de la normalidad. Por lo tanto, estamos obligados a seguir orando para que Dios guíe a los científicos y los gobiernos a encontrar, lo antes posible, la vacuna que pueda controlar los efectos de esta pandemia.

Animo a los hermanos y a las comunidades a sumarse a la iniciativa del Maestro de la Orden en el triduo de Penitencia y Oración con toda la Familia Dominicana del 4 al 6 de octubre y el 7 a recitar los misterios gloriosos a las 8:00 hora local o en un momento más apropiado a la conveniencia de la comunidad. Las intenciones señaladas son: en sufragio por los que murieron durante la pandemia; por las intenciones de sus familias; por aquellos que continúan sufriendo los efectos de la pandemia y por quienes trabajan por aliviar el sufrimiento de los infectados.

Asimismo, invito a los Hermanos a encomendar a la intercesión de nuestra Madre las reflexiones de las comunidades en preparación para el próximo capítulo provincial. Hoy enviaré los documentos sobre la predicación para que sean discutidos en las comunidades antes de remitir sus aportes al Consejo Provincial no más tarde del 2 de febrero de 2021.

Que la Santísima Virgen María, bajo la advocación del Rosario, nos ayude a seguir escuchando sus inspiraciones y su guía en nuestros trabajos y compromisos personales, comunitarios, provinciales y eclesiales. Si bien es cierto que somos instrumentos en las manos de Dios, sin embargo, se nos ha confiado la gran responsabilidad de ser profetas para nuestro mundo y el futuro de la Provincia. Ninguno de nosotros puede excusarse de la gran corresponsabilidad de planificar, coordinar y actuar. Sabemos que no estamos solos; sin embargo, no podemos fallar en nuestra tarea de colaborar en la viña del Señor y en la configuración del futuro de una Provincia que debe seguir predicando la Buena Nueva a todos aquellos que están encomendados a nuestro ministerio.

Que la celebración anual de la fiesta de Nuestra Señora del Rosario sea una oportunidad para confesar nuestra fe y expresar nuestra confianza en el tierno amor de tan maravillosa madre. En sus brazos, Jesús no solo encontró consuelo y tierno amor sino también seguridad y protección en su infancia. Quien se acerca a ella implorando su protección, nunca será abandonado. La enseñanza de la Iglesia, la tradición que hemos recibido de nuestros padres y nuestra experiencia personal confirman y dan fe de nuestra más profunda creencia cristiana de este privilegio, amor y protección tan extraordinarios.

Les deseo abundantes bendiciones y gracias y les pido humildemente que ofrezcan sus oraciones por nuestras necesidades e intenciones comunes, ya que cuando dos o tres se reúnen en el nombre de Jesús, su oración es ciertamente escuchada.

¡Feliz fiesta!

Fray Bonifacio Garcia Solis, OP