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Capítulo General: Últimos y decisivos temas de trabajo.

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En la tarde del 16 de julio de 2017, la sesión plenaria se dedicó a reunir opiniones, sugerencias y reflexiones relacionadas con los casos de abuso que han surgido en la Orden. Entre los puntos se mencionaron el enfoque de la Iglesia y la Orden; las obligaciones de justicia y caridad que deben ser consideradas; Los derechos de la víctima y la responsabilidad, culpabilidad y compasión del delincuente. Del mismo modo, varias intervenciones se orientaron a hacer todo lo posible para que tales cosas nunca se repitan.

Durante la segunda parte de la sesión, nos dieron información sobre las celebraciones del aniversario de la muerte de Santo Domingo en 2021. El aniversario se centrará en tres temas: Agradecimiento a nuestro Padre por su contribución y la misión de la orden; La conversión para llevar a cabo el proceso continuo; Renovación para descubrir nuestro papel en la Iglesia hoy.

Hay una invitación a participar con la familia dominicana en la celebración y otras instituciones y congregaciones dominicanas para considerar la vida de los santos y su santidad como un ejemplo para los dominicos de hoy. Asimismo, conferencias teológicas e históricas; Peregrinaciones de Roma a Bolonia y visitas a los lugares de Santa Catalina, Santo Tomás de Aquino, Agnes de Montepulciano, Margaret, Giorgio la Pira. Y una exposición en Bolonia.

Cuatro celebraciones litúrgicas se deben organizar para la celebración de Apertura, la Fiesta de la traducción de Santo Domingo, la Familia Dominicana y la celebración de clausura. En los las localidades sería bueno que los frailes se encunetren con otros dominicos y las otras ramas de la familia dominicana.

En la celebración eucarística de este mismo día el predicador Fr. Felicisimo Martinez, OP., invito a no desanimarnos porque el único maestro y agente de la predicación es el Espiritu Santo. Compartimos su homilía:

 

Homilia

Fr. Felicisimo Martinez, OP.

July 26, 2019

 

En la memoria de San Joaquín y Santa Ana se nos recuerda el decálogo, los diez mandamientos. Seguramente fue catequesis familiar en el hogar de Joaquín, Ana, María. 

Para muchos cristianos los mandamientos se han convertido en un peso insoportable, porque han quedado desgajados de la Alianza. Cuando la moral se separó del dogma, de los misterios centrales del credo cristiano, se quedó sin raíces, se secó.

Se olvida el estribillo repetido tantas veces en la Biblia: “Para que seas feliz tu, tus hijos y tus nietos…”  Este es el propósito del decálogo.

Algo parecido sucede a veces con nuestra profesión religiosa. Cuando no está basada en la experiencia de fe, cuando no se ha tenido la experiencia del Reino y su justicia… se hace una carga pesada e insoportable, se reduce a meras renuncias negativas. Es insensato comprar el campo sin haber descubierto el tesoro.

Si nuestra profesión no favorece la calidad de vida y la alegría, se convierte en una carga insoportable. Olvidamos uno de sus propósitos: “Para que seas feliz tu y la siguiente generación y la siguiente…”

De Santo Domingo dicen las crónicas que era varón alegre, optimista, jovial… Solo se turbaba por ataques de compasión.

Nos sucede con frecuencia con el decálogo y la profesión lo mismo que le sucedió a San Agustín con la conversión. 

Antes de la conversión pensaba erróneamente que una vez convertido ya no podría ser feliz. Por eso decía al Señor: “Mañana, Mañana… déjame gozar un poco más”. Pero una vez convertido, se dio cuenta de su error y se dirigió al Señor con estas palabras: “Tarde te conocí, alegría siempre antigua y siempre nueva”. Y describió su experiencia de conversión con una de las metáforas más maravillosas de la literatura cristiana. Se dirige al Señor en oración en estos términos: “Entonces tú, Señor, me quitaste de mis espaldas donde yo me había puesto para no verme y me arrojaste contra mis ojos”

La conversión es básicamente una cuestión de iluminación. Esta afirmación es totalmente concorde con la mejor teología dominicana.

Nuestra profesión es profesión de predicadores. El evangelio de hoy nos invita a hacer algunas reflexiones sobre la predicación.

Podemos pensar la predicación en relación con los destinatarios. Unos granos cayeron en tierra dura, otros en terreno pedregoso, otros entre espinos, otros en tierra buena. En la comisión dos hemos hablado de analfabetos religiosos, secularizados, indiferentes religiosos… La relación con los destinatarios de la predicación puede ser de juicio y condena. Entonces predicaremos el Evangelio arrojándolo contra el público. Ay de vosotros si no lo cumplís! O podemos relacionarnos con los destinatarios con misericordia y compasión. Entonces predicaremos el evangelio como buena noticia, algo que les conviene.

Podemos reflexionar sobre la predicación en relación con el predicador. 

Lo primero que necesitamos es no obsesionarnos con el éxito ni medirlo por los aplausos del público. Decía Kierkegaard: “Me niego a juzgar el éxito de mi predicación por los aplausos del público”. Y Fray Luis de Granada, citando a San Jerónimo, escribe: “El éxito de la predicación se ha de medir más por las lágrimas de conversión que por los aplausos”.

En el fracaso no hemos dejarnos atrapar por el sentimiento de culpa. A nosotros nos toca sembrar, lo demás es cosa de Dios. No sabemos dónde va a caer la palabra ni cuándo va a fructificar. Hace muchos años fui invitado a dar algunas charlas en la asamblea de la familia dominicana en Córdoba de Argentina. Asistieron unas 600 personas de la familia dominicana. Una de las charlas fue sobre el carisma dominicano. Saben dónde fue a parar la palabra? Al cameraman que habían contratado para hacer el video. Al final se acercó a mí y me dijo: Padre, yo quiero regresar a la Iglesia, quiero bautizar a mis hijos, porque algo me ha pasado mientras usted hablaba”. No sabemos dónde ni cuándo va a germinar la semilla de nuestra palabra.

Y nunca hemos de desanimarnos. Conocen el sermón de las sillas? Un obispo invito a un predicador famoso para predicar el triduo del Santo Patrón. Llego el predicador y el primer dia del triduo la cátedras estaba absolutamente vacía. Solo había u borrachito en una esquina y una parejita enamorada en la otra, al fondo del templo. Pero el predicador no se desanimó. Predico su sermón a las sillas vacías: Queridas sillas, vengo con gusto a predicaros el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, porque os conviene, porque os hace bien”. El borrachito y los jóvenes fueron por toda la ciudad gritando: Ha venido un predicador loco, loco, loco, totalmente loco…”

Al día siguiente la catedral estaba llena de gente. No hay que desanimarse.

La retórica y la oratoria sagrada son asunto humano. La predicación es cosa de Dios. Dice Humberto de Romans y lo repite mil veces: “El único maestro y agente de la predicación es el Espíritu Santo”.

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