A lo largo de los más de cuatrocientos años de historia de la Provincia de Nuestra Señora del Rosario, sus miembros han sido expuestos en muchas ocasiones a la última prueba de fidelidad a la fe: el martirio, o entrega de la propia vida por la fe. La historia da testimonio de la abundancia de ellos: miles en los diversos campos de misión, de muchas nacionalidades y de todas las clases sociales. De muchos no se conservan registros, y solo se conocen sus nombres.

Ellos son una fuente de inspiración para todos nosotros, que compartimos su vocación misionera, y también para el pueblo cristiano de los países en los que ellos evangelizaron.

Esta es la lista de los más conocidos "Testigos de la fe"

Japón

El crecimiento y final dramático del cristianismo en Japón en el período 1549-1640, denominado el «siglo cristiano», son sin dude uno de los episodios más fascinantes de la historia de la evangelización cristiana. Dentro de ello, las Misiones Dominicanas de Japón en la primera mitad del siglo XVII, constituyen uno de los capítulos más importantes de la historia misional de la Provincia del Rosario; capítulo escrito con heroísmo y sangre, y rubricado con el martirio de numerosos sacerdotes, profesos, terciarios y laicos.

La estructura político-geográfica de Japón en los siglos XVI y XVII era casi idéntica a la actual. El Imperio del Sol Naciente, al este de China y Corea, constaba de un gran archipiélago de más de 3.000 islas, agrupadas en torno a las 4 mayores: Hokkaido, Honshu, Kyushu y Shikoku. La extensión geográfica de todo el archipiélago japonés es de 377.484 kilómetros cuadrados, y su población en el siglo XVII era de unos 20 millones. Hoy tiene más de 120.

El cristianismo entró en Japón en 1549, de la mano de San Francisco Javier. La situación religiosa del país en aquel tiempo era una mezcla de sintoísmo, budismo y confucianismo. El sintoísmo, religión nativa del país, es una mezcolanza de animismo, culto a la naturaleza y a los antepasados. Desde el siglo v~ había sufrido una gran transformación por su interpenetración con el budismo y confucianismo. El budismo en el siglo XVI presentaba una gran variedad de sectas que luchaban también por conseguir y conservar su preeminencia en la nueva situación política y social del país, en vías de unificación.

El régimen político de Japón en la época de nuestros mártires a principios del siglo XVII, se caracteriza por ser un gobierno militar presidido por un «Shogun», que de hecho controlaba y dirigía los destinos del país a espaldas del emperador, recluido en su palacio de Kyoto como figure decorativa. Cinco ciudades del Imperio eran «shogunales», bajo el control directo del «generalísimo». Estas eran Kyoto, Tokyo, Osaka, Sakai y Nagasaki, las cuales eran regidas por un «bugyo» (gobernador) nombrado por el Shogun. Desde el año 1616 había en Nagasaki un representante personal del Shogun, llamado «daikan», que tramitaba los negocios con las naves de los países extranjeros. Los restantes «reinos» del país estaban gobernados por los «daimyo», o señores feudales, con más o menos autonomía, dependiendo de su poder económico y del número de sus guerreros o «samurai».

Los tres grandes Shogun que lograron la unificación del país fueron Oda Nobunaga (gobernó en 1573-1582), Toyotomi Hideyoshi (1582-1598) y Tokugawa Ieyasu (1603-1616). Oda Nobunaga fue el gran Shogun que comenzó el comercio con las potencias extranjeras; por ello favoreció el crecimiento del cristianismo. Toyotomi Hideyoshi cambió de actitud, y en 1587 publicó el «Edicto de expulsión de los misioneros»; debido a ello, en 1597 ocurrió la crucifixión de los primeros mártires de Nagasaki. Tokugawa leyasu, ferviente budista y receloso de las potencias extranjeras, promulgó en 1614 el «Edicto de persecución total» contra el cristianismo, que fue puesto en práctica con todo rigor durante 20 años y acabó con la religión cristiana en Japón. Los siguientes Shogun, Tokagawa Hidetada (1616-1623) y Tokugawa Iemitsu (1623-1651) intensificaron las persecuciones contra los cristianos, que en este período perecieron a millares.

Las causas de esta terrible persecución son múltiples y complejas, y han sido analizadas extensamente por los historiadores. Podemos resumirlas así: la actitud anticristiana de los budistas; las intrigas y rencillas de los países dominadores extranjeros; una solapada campaña anticatólica de los protestantes; ciertas imprudencias de los capitanes de navíos extranjeros; la «razón de Estado», es decir, el temor de los Shogun a ser dominados por las potencias extranjeras a través de la religión en un momento en que se estaba consolidando la unidad del país.

Pero todo esto no quita mérito ni motivación religiosa a los mártires, que murieron todos ellos en defensa de la fe. En 1617 son ejecutados los 4 primeros religiosos europeos, entre ellos nuestro Beato Alfonso de Navarrete. A partir de entonces la persecución se extiende por todo el país, aunque se concentró sobre todo en la isla de Kyushu, y más encarnizadamente en Nagasaki. En agosto y septiembre de 1622 tuvieron lugar en Nagasaki dos espectaculares martirios; el segundo de ellos (10 de septiembre) es conocido como el «Gran Martirio». En él perecieron muchos de nuestros Mártires. Desde entonces hasta el año 1637 la persecución adquirió un furor inusitado; los martirios fueron muy numerosos y espeluznantes. La ejecución por crucifixión, decapitación o fuego lento, fue sustituida por otras torturas más refinadas: agua ingurgitada, agujas y cañas clavadas entre las uñas de los dedos y otras partes del cuerpo, y, finalmente, el horrible tormento de «horca y hoya». Este consistía en colgar a la víctima por los pies en una horca sobre una fosa hedionda y tenerlo así hasta que expiraba. Así perecieron bastantes de nuestros mártires.

En l 602 los 5 primeros dominicos llegaron a Koshiki, al mando del P. Francisco Morales. Vinieron invitados por Iehisa Shimazu, daimyo de Satsuma (Kyushu). Desde Koshiki se extendieron por Kyodomari, Saga, Hamamachi y Kashima, todo ello en la isla de Kyushu. Pero expulsados del feudo de Satsuma en 1609, se concentraron en Nagasaki y Omura, e incluso llegaron a fundar iglesias en Kyoto y Osaka. A partir de 1614, con el edicto de persecución, no pudieron extenderse más, y, progresivamente, la actividad de los misioneros se hizo clandestina. Pero organizaron de modo muy eficaz la Cofradía del Rosario y la Tercera Orden sobre todo en Nagasaki y sus alrededores. Al arreciar la persecución a partir de 1616, estos cristianos laicos japoneses hicieron un trabajo de apoyo táctico a los misioneros y de evangelización directa realmente prodigioso. Muchos de ellos murieron por la fe (a veces familias enteras), escribiendo una de las páginas más bellas de la historia del cristianismo.

En 1637, con el martirio del último grupo de misioneros, termina de hecho la presencia dominicana en Japón en el siglo XVTI. El país fue cerrado herméticamente al exterior en 1640 y no volverá a abrirse hasta 1854. Los dominicos de la Provincia del Rosario volvieron a Japón en 1904, abriendo así la segunda etapa de evangelización dominicana en dichas islas, que se continúa hasta el presente.

JAPON

1.

Alfonso de Navarrete

Beatificado

2.

Juán Martínez de Santo Domingo

Beatificado

3.

Luis Flores

Beatificado

4.

Francisco Morales

Beatificado

5.

Angel Ferrer Orsucci

Beatificado

6.

Alonso de Mena

Beatificado

7.

Jacinto Orfanell

Beatificado

8.

José de S. Jacinto "Salvanés"

Beatificado

9.

Domingo del Rosario

Beatificado

10.

Tomás del Rosario

Beatificado

11.

Tomás de Zumárraga

Beatificado

12

Mancio de Santo Tomás

Beatificado

13.

Domingo de Hyuga

Beatificado

14.

Pedro Vázquez

Beatificado

15.

Luis Beltrán Exarch

Beatificado

16.

Pedro de Santa María

Beatificado

17.

Mancio de la Cruz

Beatificado

18.

Domingo Castellet

Beatificado

19.

Tomás de San Jacinto

Beatificado

20.

Antonio de Santo Domingo

Beatificado

21.

Domingo Ibáñez de Erquicia

Canonizado

22.

Francisco Shoyemon

Canonizado

23.

Jacobo Kyusei de Santa María

Canonizado

24.

Miguel Kurobioye

Canonizado

25.

Lucas del Espíritu Santo

Canonizado

26.

Mateo Kohioye del Rosario

Canonizado

27.

Magdalena de Nagasaki

Canonizado

28.

Marina de Omura

Canonizado

29.

Tomás Hioji de San Jacinto

Canonizado

30.

Jordán de San Esteban

Canonizado

31.

Antonio González

Canonizado

32.

Guillermo Courtet

Canonizado

33.

Miguel de Aozaraza

Canonizado

34.

Vicente Shiwozuka de la Cruz

Canonizado

35.

Lorenzo Ruiz

Canonizado

36.

Lázaro de Kyoto

Canonizado

37.

Jerónimo Yagozayemon

No beatificado

38.

Juan Mozayemon

No beatificado

39.

Domingo Kakusuke

No beatificado

Son un total de 87 religiosos, de los cuales 57 han sido ya canonizados, 20 beatificados y 10 que no han sido beatificados aún.

BIBLIOGRAFIA

VV.AA., Testigos de la Fe en Oriente. Mártires Dominicos de Japón, China y Vietnam; Secretariado Provincial de Misiones Provincia Dominicana de Nuestra Señora del Rosario, Hongkong, 1987